jueves, 28 de abril de 2011

EL CANTO DE LAS FLECHAS


Cuenta una antigua leyenda Colombiana que miles de años atrás, en un planeta distante, existió un gran pueblo de seres sabios y trabajadores. Ellos vivían de las plantas y animales, respetando todo lo que la naturaleza les daba.

Un día, pensando en el futuro de la tribu, las diferentes familias se reunieron para definir quienes serian los encargados de comunicarse con su dios y mantener en equilibrio las generaciones venideras.

Tras mucho analizarlo, decidieron que cinco hombres y cinco mujeres deberían estar a cargo de todos brindando sabiduría y bienestar, asegurando que la raza perdurara por muchos años en el tiempo.

Pero esta decisión no le agrado a un antiguo brujo del pueblo que creía que él y sólo él debía comunicarse con su dios y que la tribu estaba en la obligación de estar a sus pies. Así que como una muestra de venganza ante la ofensa creó una gran sombra que cubrió todo el planeta, corrompiendo aquellos quienes en su corazón vivían con duda y temor.

Tomándolos de la mano, les enseño una nueva forma de vida donde la necesidad justificaba los abusos y la injusticia. Mientras, la sombra se apoderaba del planeta, consumiendo todo lo bueno, destruyendo las tierras que habían labrado por años, acabando con los animales, dejando nada más que una tierra desértica y sin vida.

Algunos sobrevivieron, aquellos de corazón puro. Estos pocos, a pesar de la tristeza que los invadía decidieron idear un plan para continuar con sus vidas. Oraron a su dios,  pidiéndole que les diera la fortaleza para construir un nuevo mundo.

Su dios aterrado por la situación, despojo al brujo de sus poderes y lo desterró lejos de todos.

A la tribu les propuso un trato: si ellos eran capaces de construir un lazo con sus cabelleras que fuera tan extenso como para darle seis vueltas al planeta él lo alzaría más allá de los cielos, atravesando las nubes y el firmamento, llegando tan lejos que este serviría como la conexión entre su mundo y otro que era aún virgen, rico en vegetación, animales, ríos y mares. Un mundo llamado Tierra.

Pero como todo trato, este tenía una condición, una vez logrado el cometido y fuera poblada esta nueva tierra ellos deberían hacer un acto de fe, el cual fuera tan poderoso que ahuyentaría la furia de todos males y demostrara a su creador que ahora eran libres de toda tristeza y maldad.

Todos empezaron a cortarse el pelo, ya que no eran muchos, les tomo años tan sólo dar la primera vuelta. Muchas generaciones pasaron, y aunque vivían dificultades nunca cedieron, el sueño los mantenía con vida.

Al terminar el gran lazo, llamaron a su dios con bailes y ritos de antaño y él, con una muestra de poder, se elevo con el lazo por los cielos y las nubes y con gran velocidad lo ató al planeta Tierra.

De repente hubo un gran silencio, todos vieron como el lazo se templaba, a lo que se sintió un gran jalonazo, mandando a todos los habitantes a volar, obligándolos a trepar con rapidez.

Al llegar a la Tierra dieron gracias a su dios por la bendición dada ya que se encontraban en un mundo dispuesto a ser habitado por miles y miles de años.
Con rapidez, comenzaron sus tareas de agricultura, caza y pesca siempre dando gracias a la madre naturaleza por los dones recibidos.

El nuevo mundo empezó a verse poblado, se empezaron a formar nuevos pueblos y culturas, pero de todas ellas una decidió aislarse con el fin de orar y agradecer a su dios para que nunca más volvieran a pasar males ni desventuras, para que este nuevo planeta los cobijara hasta el fin de los tiempos.

Esta tribu fue nombrada por su dios como Los Motilones debido al sacrificio hecho, esta raza comprendía que en este mundo, la Tierra, cada elemento contaba con alma propia y que esta hacía parte de todo lo que existía.
  
Firmes con su promesa, los Motilones, reunieron a los 10 elegidos para que decidieran el acto de agradecimiento para su dios y tras mucho meditarlo decidieron que debían dar sus vidas como pago en un ritual de celebración.

Convocaron a todos los pueblos quienes al llegar se reunieron en torno a los 10 elegidos quienes bailaban alrededor de una gran fogata alabando a los cielos por los dones recibidos.

Lentamente, los hombres empezaron a convertirse en grandes raíces  que se entrelazaban a cada giro que daban. La gran hoguera que rodeaban empezó a elevarse hacia los cielos y las raíces empezaron a envolverla con gran cuidado.

Pero justo en ese momento de alegría se escucho un grito tenebroso y todo se convirtió en oscuridad. De la penumbra apareció el brujo listo para aterrorizar a sus víctimas, sólo que esta vez la tribu no se dejo atemorizar, de las raíces y el fuego, salió un gran brillo, destrozando las sombras y acabando con la vida de su verdugo.

Fue de esta manera, que bajo este manto de luz apareció un gran árbol, el cual contenía la esencia de todas las almas de la Tierra, y los Motilones lo bautizaron como el Árbol de la Vida.

En honor a este sacrificio, la tribu motilona repite este ritual cada año de manera simbólica, bautizándolo como el “Canto de las Flechas” por simbolizar la perseverancia y la constancia que vivieron para construir un mundo mejor.